Han pasado varios días desde que se clausuró la Feria Internacional del Turismo (FITUR), pero no se me olvida una conversación que tuve con un productor de queso fresco de un pueblo toledano de apenas 1.600 habitantes. Me expuso las dificultades que tiene para sacar adelante su ‘negocio’: que se siente solo, que no puede esperar a que la gente vaya a su pequeño pueblo a comprar sus productos, que si decide enviarlos por paquetería le cuesta más el envío que el propio queso, que venía a FITUR “a ver si tengo suerte y me abro al mercado de Madrid”. Vaya panorama.
Nuestros pueblos tienen un reto para esta primera mitad del siglo XXI: hacer valer su patrimonio. Significa poner de relieve aquello que les hace únicos, y crear riqueza y oportunidades. Porque las ovejas que pastan en La Jara, o las calles de piedra medieval en la comarca de Torrijos, nunca podrán ser trasladas a los países asiáticos o americanos. Se trata de ofrecer el patrimonio de los pueblos pequeños a la ventana de una economía abierta, aportándoles incentivos para innovar y ser más productivos.
¿Pero de dónde tendrían que salir esos incentivos? En la mayoría de los pueblos pequeños, su presupuesto no llega para nada y eso que ni los concejales ni el alcalde cobran su salario. A la precaria situación de los ayuntamientos se suman las escasas inversiones que las instituciones suelen destinar a los asuntos de patrimonio. Además, nos hemos empeñado en hacer más y más estructuras administrativas sin tener claro por dónde se mueve el dinero que sale, por ejemplo, desde un Fondo Europeo Agrario de Desarrollo Rural (FEADER) hasta que llega a ese productor de queso fresco de sabor exquisito. La Junta y la Diputación se reparten la preservación del patrimonio de nuestros pueblos con fórmulas poco eficientes, en la mayoría de los casos influenciadas por la sintonía entre partidos políticos.
En este sentido también es fundamental la aportación de asociaciones culturales locales y comarcales, que a veces son las que más mueven a cuidar el patrimonio y contemplarlo como una riqueza que puede servir de motor de desarrollo de una determinada zona. Cada vez los ciudadanos tienen más consciencia de la importancia de conservar los bienes patrimoniales que les identifiquen y les ayuden a crear riqueza. Lo que no tengo tan claro es si las instituciones actuales están por la labor.
En Ciudadanos hemos marcado en rojo el estado de la defensa del patrimonio de la provincia de Toledo. A pequeña escala, seguiremos impulsando demandas ciudadanas de defensa del patrimonio, como hemos hecho recientemente al solicitar a la Junta la apertura del castillo de Puñoenrostro en Seseña. Y a gran escala, seguiremos defendiendo una reforma de las instituciones que garantice que cada incentivo que se vaya a destinar para garantizar la conexión a internet o a la mejora de red de comunicaciones entre nuestros pueblos, por ejemplo, se haga de la manera más justa y transparente posible.